lunes, 15 de noviembre de 2010

Columbares. Historias de la noche oscura...


LA VOZ DEL AGUA

Era el mejor, nadie lo discutía. Poder contar con sus servicios era tener la certeza del éxito. No fallaba jamás. Se permitía el lujo de pensarse y elegir. Aquella mañana de Enero de 1916 lo esperaban en la villa, desde el pasado Agosto, cuando él aceptó todos los trabajadores fijos de la Casa de Los Lucas tenían que estar preparados, pues era condición del genio que desde que apuntara el sitio hasta llegar al objetivo no se podía parar, ni siquiera un mínimo descanso o todo se echaría a perder.

Era raro, extraño, serio, enérgico, lucía larga y cuidada melena como un aristócrata del siglo anterior, y a sus 28 años no se le había conocido ni mujer ni vicios, era tan reservado como para pensar que los misterios sobre su vida privada seguramente eran una caja de sorpresas, afeitado a diario y muy bien vestido en un invariable color negro, un luto permanente a tono con sus ojos, nadie ni siquiera el cura más descarado, era capaz de soportar ese pozo infinito que reflejaba su mirada...

Era una necesidad fundamental a la hora de levantar una casa, de fundar un dominio, de iniciar una dinastía. En la Sierra de Los Villares sin un pozo no había nada que hacer.

Cobraba por adelantado, sólo los que le pagaban sabían sus honorarios: todo secreto, aquel que se iba de la lengua pagaba con el agua su osadía, primero se tornaba roja, después venenosa, al final desaparecía, como si el pozo por él descubierto supiera de la voluntad de su dueño. Yo a mis cincuenta años, con casi todos ellos dominando hombres, estaba muy, muy, incómodo, mi rango y mi autoridad quedarían absolutamente sometidos a la voluntad del Señor de las aguas profundas: el zahorí venido del mar.

Los hombres estaban preparados, las bestias también, provisiones y herramientas para resolver de una tirada el mayor prodigio realizable en el secarral murciano: un pozo con agua abundante y fresca. El trabajo era colosal, las necesidades muchas; por un lado excavar el hoyo en terrenos imposibles, por otro fijar las paredes con rocas, de arriba hacia abajo, y muy bien, de no hacerlo así los derrumbes serian inevitables, hacerlo a plomo con la circunferencia perfecta, fijando primero la pared por el exterior con las rocas más grandes, por dentro rellenando huecos con rocas más pequeñas, previamente preparadas y seleccionadas, así se ganaba centímetro a centímetro, un fracaso con muchos metros avanzados era tirar por la borda esfuerzos, tiempo, y en ocasiones vidas.

Con demasiada frecuencia el agua no aparecía jamás. Pero lo peor del asunto era tener que hacerlo de forma continua, sin descansos, ni para comer, sin noche ni día, los turnos habían de ser dobles: maestros poceros, canteros, peones y bestias, además en pleno Enero. Que los hombres cumplieran era mi objetivo, a pesar de accidentes o averías, por eso estaba allí yo. Sentía curiosidad por ver cómo lo hacía, sabía de unos que utilizaban péndulos, otros varitas, plumas de ave... todos detrás de él a la espera de la indicación del lugar... este no hacía nada, sólo caminar, mejor deambular sin sentido evidente, pasaron horas, más de medio día. Se paró, pegó el oído a la tierra en un punto y nos mandó callar. El tiempo, detenido, era lento, muy lento, muy largo, cuando se levantó su rostro lo decía: !Aquí, bajo mis pies! Empezaba la segunda parte, la que de forma ininterrumpida nos conduciría al éxito o al fracaso final, organización y trabajo mucho y muy duro...

...Al décimo día el fondo se transformó en una losa de piedra, con veintitrés metros y sesenta centímetros, el avance sólo podía ser a cincel y maza, a la oscuridad del hueco se sumaba la de la noche, sólo rota por los chispazos de los golpes que sonaban por el imponente tubo. La feroz resistencia de la arenisca fue vencida después de dos jornadas interminables: primero se tornó húmeda, el agua comenzó a fluir. En el mismo instante amanecía. La buena nueva corrió como la pólvora, por fin el Tío Lucas construiría en sus terrenos una casa muy grande para su familia y todas las familias de los obreros, con patio y cuadras, horno y chimenea, la vida sería posible en el lugar que el nuevo pozo iluminaba. Si todo marchaba bien, para finales del Verano las personas vivirían bajo un nuevo techo lleno de futuro.

Estaban invitados todos los vecinos, cercanos y lejanos el 23 de Octubre, día de San Juan Capistrano, en la flamante villa se celebraba la boda de la única hija de los señores de la casa. Y sólo una familia no iría. El prestigio ganado desde generaciones estaba cuestionado. Nadie, ningún encargo, nada. Lo normal era fallar de vez en cuando... encontrar agua no era una ciencia exacta, nunca lo había sido, pero el caso del Zahorí Negro era excepcional: no fallaba nunca, cobraba un disparate, además exigiendo condiciones particulares excéntricas, extenuantes, imposibles... ¿cómo lo haría? Sin aprendiz ni ayudantes, seguramente con técnicas muy oscuras, rayando en pactos que afectaban al alma, pues por qué los pozos descubiertos continuaban bajo su control después de largos años... algo que ningún Zamora aceptaría jamás, ellos eran auténticos buscadores, lo llevaban en la sangre desde siempre... todo estaba en juego. Así se puso en marcha la comitiva de tres hombres, dos generaciones bajo la orden del patriarca: buscar, encontrar, averiguar el secreto y robarlo, acabar con el Zahorí.

Cuatro años después de aquella boda, el 24 de Octubre, primera noche de Luna Nueva un sonido aterrador surgió del pozo de Los Lucas, una agonía amplificada: La muerte hablaba por el agua con la voz de un niño pequeño, consolando al moribundo... recibiendo a su hermano gemelo vivo. Lo mismo escuchó todo aquel cercano a cualquiera de sus obras, sus prodigios de caudal subterráneo, indicados con amor por aquel, separado al azar, con muy pocas horas desde su nacimiento...

-Esta noche te veo atontao, y eso que no bebes, ¿qué pasa?, es lo que ya habías oído... a los Zamora los agarrotaron en Cartagena en Febrero del 21, les hicieron un favor, no hubo ni cura ni no cura que les quitara el agobio de ser perseguios por el agua y torturaos hasta el alma sin sueño ni descanso para su sed infinita. A los pozos no les pasó na, pero nadie dijo ni una palabra de lo que oyeron aquella noche...

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